Ciencia y cultura, cultura y ciencia. ¿Quién influye a quién? ¿Son entidades independientes, codependientes o simbióticas? El eterno debate de esta relación tan discutida a lo largo de los años es un eje elemental por el cual se puede comenzar a describir nuestra realidad actual. Esto resulta tan difícil de entender debido a todas las interacciones causales y dinámicas que pueden surgir, que hacen la elaboración de cualquier modelo demasiado estático o simplemente “torpe”. Sin embargo, resulta más provechoso analizar ciertos períodos históricos que presentan situaciones extremas en donde la relación se ve extenuada a un punto que podemos mejor indagar sobre su naturaleza. Tal es el período de 1933 a 1945 en Alemania, en donde el Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (Partido Nazi) estaba en el poder liderado por nada menos que Adolfo Hitler. Este etapa presenta una particular oportunidad para un análisis retrospectivo que resulta interesante por dos razones: la ideología nazi presenta una plataforma sumamente totalitaria y castrante para cualquier tipo de objetividad, hecho paradójico ya que durante este período se da un avance sustancial en ciertas áreas científicas siendo sus aportaciones nada despreciables.  En este ensayo se busca explorar algunas interacciones claves que moldearon la ciencia de esta época y qué factores permitieron el desarrollo de ciencia objetiva a pesar de políticas tan fanáticas y grotescas así como una reflexión sobre el legado de estas aportaciones,  en particular dentro del campo de las ciencias biológicas  y especialmente en la medicina que representan un sustancial dilema ético debido a las naturaleza de sus investigaciones.

El periodo en el que el partido nazi ejerce su mandato sobre Alemania resulta muy particular debido a que demuestra cómo la determinación de un solo hombre, mezclado con las condiciones indicadas, puede cambiar el curso de la historia. A pesar de la amplia investigación presente en este campo, se dificulta mucho nuestra labor de obtener resultados objetivos ya que hay que saber diferenciar aquella que es propaganda del partido usada para dar la imagen que ellos querían dar al mundo, contrastada con la verdad. Esta verdad nos dice que a pesar de que en nuestras mentes está forjada una imagen del partido nazi como un monolito, una máquina cuyos engranajes encajaban y funcionaban supuestamente con la precisión de un reloj, era más bien una “estructura irracional de agencias y personalidades que competían entre sí” (Beyerchen, 1992). En este período la ciencia se reduce a un simple instrumento al servicio de los propósitos del partido, con una cierta idolatría hacia la tecnología, despreciando cualquier autonomía y en ausencia de un espacio para un desarrollo libre para los científicos, con una imposibilidad de expresión objetiva de ideas que se traduce también a una ciencia racista y elitista.  Agregado a esto se debe mencionar una pieza de legislación muy particular: la “Ley para la restauración del servicio civil profesional” (Kondziella, 2009). Esta ley especifica que los puestos gubernamentales no deberán ser ocupados por aquellos que no son de ascendencia aria. Instituciones públicas como aquellos centros de investigación, sociedades académicas y universidades públicas, son forzadas a despedir a todos aquellos científicos de ascendencia judía. En ciertas ramas específicas como la física, esto es parte del esfuerzo de establecer “física aria” (Deutsche Physik). Las secuelas de esta ley tienen un efecto profundo en la comunidad científica al despojar algunos de los mejores científicos no solamente fuera de sus puestos, pero fuera de Alemania. Entre algunos de los ejemplos más famosos: Ludwig Pick –patólogo de fama mundial–, Niehls Bohr –famoso físico cuyas aportaciones ayudaron a entender la estructura del átomo y las bases de mecánica cuántica–, y el más famoso entre ellos, sin duda alguna, Albert Einstein –fácilmente uno de los más grandes físicos de todos los tiempos que termina emigrando permanentemente para Estados Unidos–.

A pesar del desprecio del partido nazi por la ciencia como entidad autónoma, ellos tuvieron suficiente previsión para ponerla como un eje principal a sus pólizas y como una “fundamentación” para justificar el genocidio que se llevó a cabo. También fue una arma que fomentó el fervor entre aquellos simpatizantes del partido debido a –en las palabras Mariacarla Bondio– : “Una confianza ciega en las explicaciones científicas […] y en la creencia de sacrificar algunos individuales por el beneficio de la sociedad.” Éste fue el caso particularmente para aquellas teorías planteadas originalmente por Cesare Lobroso con respecto a los orígenes del crimen como una afectación de origen biológico y no como una simple interacción de factores detrimentales relacionados con el entorno socioeconómico de un individuo (Rater, 2008).

Agregado a esto se suman otras investigaciones individuales como es el caso del Dr. Otmar von Verschuer en donde se estudian y definen las características fenotípicas de aquellas personas que son de ascendencia judía [1], siendo éste uno de los principales manifiestos para las justificaciones de los fines genocídicos del partido nazi. Es a partir de la premisa del origen biológico de comportamientos criminales que se determinó que estos pueden ser heredables y que representan un serio riesgo para la superior “raza aria”, y se comienza a desarrollar la ciencia de la eugenesia como ciencia impulsadora de la limpieza racial que busca preservar aquellas características (se los podría considerar como genes) de la “raza aria”. A este razonamiento se le atribuye la matanza de millones de judíos, sinti, romas, homosexuales y enfermos mentales que encontraron su fin en varios campos de concentración en la forma de cámaras de gas disimuladas como duchas o como parte de experimentos para el análisis científico o por medio de “exterminación a través de labor” durante la guerra.

Durante el período en el que los nazis estuvieron a cargo de Alemania, se da un incremento del 20% en algunos campos de la ciencia, entre ellos la biología criminal, la antropología, la biología, la eugenesia, la genética, la medicina, la psicología y la psiquiatría. Todas estas ciencias comparten el rasgo común que formaban parte del esfuerzo nazi para depurar a Alemania de sus “inferiores genéticos”. Muchos de estos campos estaban asociados a los programas de “eutanasia nacional socialista”. Partiendo de estos programas de eutanasia sistematizada es que surgen descubrimientos de gran importancia cuyos epónimos son usados en la práctica actual sin noción alguna del conflicto ético que representan.

El principal conflicto se da en el área médica debido a la naturaleza grotesca de muchas de las investigaciones que se llevaron a cabo en este campo durante el período nazi. Uno de los mejores ejemplos es el del Dr. Julius Hallervorden, profesor de neuropatología en el Kaiser Wilhelm Brain Research Institute en Berlín, que bajo el programa de eutanasia llamado T4[2] examinaba los cerebros de judíos internados en campos de exterminación que en algunas ocasiones constaba en la selección personal de prisioneros para que sus cerebros fueran extraídos. Gracias a las investigaciones llevadas a cabo en los cerebros de prisioneros, el Dr. Hallervorden publicó 15 artículos científicos durante la guerra y el síndrome de Hallervorden-Spatz fue descrito por él.

Otro ejemplo que vale la pena mencionar es el de Heinrich Gross que estuvo directamente involucrado en la eutanasia sistémica de niños con deficiencias cognitivas en el hospital de de Spiegelgrund en Vienna. Gross y Hallervorden co-publicaron 5 artículos entre 1955 y 1966 que todavía están disponibles en Medline. No todas las historias son tan macabras como las del Dr. Hallervorden. Tenemos el ejemplo del Dr. Franz Seitelberger que no estaba directamente involucrado en la exterminación sistemática con fines científicos; sin embargo se benefició de la investigación de cerebros de niños que presentaban deficiencias cognitivas para obtener su PhD en 1954 al describir la leucodistrofia sudanofílica del tipo Seitelberguer.

Para el partido nazi la ciencia servía tan solo y limitado a cómo ayudaba a los propósitos del partido. En este sentido la ciencia fue manipulada, suprimida y su objetividad alterada. Es gracias a esto que tenemos una ciencia en donde los propósitos se ven tan distorsionados que se asemejan a un verdadero “Frankenstein” de conocimiento que transciende el contexto en el que se concibió y cuyo legado debemos comenzar a entender.

Controversia  

¿Por qué resulta tan controversial el hecho continuar el uso de estos términos sin noción de su significado en la práctica diaria? Debido a que marca un precedente en cuanto a códigos éticos dentro de la práctica médica. Nos da un ejemplo de aquel desarrollo científico desenfrenado que no indaga sobre la esencia de las cosas y presenta más una amenaza que una herramienta para el mejoramiento de nuestra sociedad. La continuación del uso de estos epónimos es un insulto para la memoria de aquellos que fueron sacrificados así como un reconocimiento mal merecido a los hombres que perpetraron estos abusos.

¿Qué dice de nuestra sociedad si es que nosotros dejamos pasar estos tipos de atrocidades que se hacen “en nombre de la ciencia”?  Debemos estar conscientes que lo que pasó durante la segunda guerra mundial se puede repetir y queda sobre nosotros demandar de nuestros médicos y científicos en general un más alto estándar de morales y de valores para estos embajadores del emprendimiento humano que, usualmente, son asociados con las mejores cualidades de los seres humanos. Sin embargo, en la otra cara de la moneda, la discontinuación de varios epónimos resulta impráctico por varias razones. Una de ellas, meramente práctica, es que los varios desórdenes que llevan los nombres de científicos que fueron parte de programas de eutanasia, son la única manera de describir a estas enfermedades y son parte del léxico médico, haciendo de la discontinuación muy difícil. Por otro lado e irónicamente, la discontinuación total de estos epónimos no solo borraría de nuestra memoria aquellos científicos nazis, pero también borra de nuestra memoria las vidas de las víctimas que perecieron durante los varios experimentos.

Conclusión: 

La palabra final de este ensayo no termina con el último punto de este documento pero más bien es un punto de partida para la reflexión individual, no solamente para aquellos que están en la profesión médica sino para todos aquellos que son científicos. El conocimiento de nuestro mundo no se limita a observar y describir las reglas de la naturaleza, ya que el descubrimiento no representa un verdadero conocimiento y peor aún sabiduría. Con cada descubrimiento es necesario asimilar lo que esto significa; en este punto fallan muchos científicos. Nuestra inteligencia ha superado por mucho nuestra capacidad de entender nuestro entorno y cada vez resulta más importante analizar el significado de un descubrimiento.

El momento en el que se deja de considerar el impacto de la ciencia, es cuando perdemos noción de lo que está bien y está mal. Es en ese momento que nosotros podemos decir que la ciencia no es una entidad independiente a la cultura o a la sociedad ya que nosotros hacemos la ciencia, definimos sus directrices y eventualmente tendremos que  enfrentar su legado. Cuando la ciencia se ve alineada a valores que cumplen con unos altos estándares éticos, es cuando su desarrollo se ve verdaderamente en concordancia con el avance de la raza humana, resaltando los mejores y más nobles valores de la imaginación humana.

Autor: Christian Boada

Bibliografía:

  • Beyerchen, A. (1992). What We Know About Nazi Science. Social Research .
  • Isaacson, W. (2008). Einstein: His Life and Universe. Nueva York : Simon & Schuster Paperbacks .
  • Jacobs, S. L. (2008). Revisiting Hateful Science: The Nazi “Contribution” to the Journe of Antisemitism”. Journal of Hate Studies .
  • Kondziella, D. (2009). Thirty Neurological Eponyms Associated with the Nazi Era . European Neurology .
  • Rater, N. (2008). Criminology´s Darkest Hour: Biocriminology in Nazi Germany . The Australian And New Zealand Journal of Criminology .
  • (Kondziella, 2009) (Rater, 2008) (Isaacson, 2008)

[1] Es de importancia mencionar que desde un punto puramente científico el artículo de Dr. Von Vershuer tiene algunas rasgos “raciales” de los judíos que coinciden con una mayor incidencia comparados con la población general. Es decir, hay pequeñas pepitas de verdad en sus investigaciones (enfermedad de Niemann –Pick y otras enfermedades metabólicas recesivas).  Pero es importante saber diferenciar las opiniones claramente racistas y despectivas del autor.

[2] Bajo este programa se mataron alrededor de 70,000 personas por medio de inyección de barbitúricos y en cámaras de gas disfrazadas de duchas (Kondziella, 2009)