El Trastorno de Hiperactividad y Déficit de Atención (THDA) es un trastorno neurobiológico infantil caracterizado por la incapacidad de retener la atención, hiperactividad e impulsividad, que se manifiesta entre los 7 y 10 años, pero puede persistir hasta la adultez. Tiene una prevalencia de 1 a 6% en los Estados unidos y de 3 a 5% en Colombia.

A menudo se puede confundir con enfermedades asociadas como el Síndrome de Asperger, lo que dificulta su diagnostico, que es exclusivamente clínico ya que no existe ningún marcador biológico para esta enfermedad. Sin embargo, fisiopatológicamente se han descrito alteraciones en la corteza prefrontal, menor volumen cerebral y alteraciones en los ganglios basales. Existe evidencia de incidencia genética asociada a marcadores en cromosomas, y genes relacionados con receptores y transportadores de dopamina y serotonina; pero la expresividad clínica de este trastorno varia entre cada paciente.

Fue descrito por primera vez alrededor de 1850 por el Dr. Henrich Hoffmann, un psiquiatra alemán, en su libro Der Struwwelpeter (Pedro Melenas) el cual originalmente fue escrito e ilustrado para su hijo, pero debido a que las narraciones reflejaban la conducta típica de los niños inquietos se utiliza actualmente para ejemplificar el THDA. Este libro consta de 10 cuentos que hablan sobre diversos problemas psiquiátricos típicos en la infancia y adolescencia. El cuento más representativo de THDA es “El inquieto Felipe” que narra las anécdotas provocadas por la hiperactividad y falta de atención de Felipe:

“-Phil, para, deja de actuar como un gusano, la mesa no es un lugar para retorcerse. –Así habla el padre a su hijo, lo dice en tono severo, no es broma. La madre frunce el ceño y mira a otro lado, sin embargo no dice nada. Pero Phil no sigue el consejo, él hará lo que quiera a cualquier precio. Él se dobla y se tira, se mece y se ríe, aquí y allá sobre la silla. –Phil, estos retortijones, yo no los puedo aguantar-.” (Hoffman, 1854 p.63)

Lo que no sabían los padres de Felipe es que su hijo se encuentra atrapado en un cuerpo que no le permite poner atención ni obedecer indicaciones. Un niño con THDA muestra una alteración en su desarrollo neurológico, lo que provoca que muestre niveles de impulsividad, actividad y atención no adecuados para su edad.

Debido a que no existe ninguna prueba para diagnosticar infaliblemente este síndrome, el diagnóstico es basado en la observación clínica y la información proporcionada por los padres y maestros del niño. Para poder hacer un diagnóstico, se tienen que manifestar los síntomas en 3 aspectos de la vida del individuo: escolar, social y familiar. Además de que este comportamiento tenga consecuencias negativas para el niño, tanto físicas como emocionales. También es importante identificar posibles síntomas secundarios como hipersensibilidad, berrinches, frustración, anhedonia, independencia o rebeldía, dificultades cognitivas y poca sensibilidad al dolor.

Por otro lado es necesario llevar a cabo también pruebas paraclínicas (cuadro hemático, electrolitos, función hepática, test de tiroides), imágenes diagnósticas y test psicológicos como Conners Rating Scale.

Se trata de una enfermedad multifactorial, sin que se haya descubierto aún una causa concreta, y éstas varían de paciente a paciente. Sin embargo pueden ser de origen intrínseco, con incidencia de factores ambientales y genéticos. Se cree también que el consumo o exposición a sustancias tóxicas en el embarazo y la prematuridad tienen un papel importante en el desarrollo del THDA.

Para tratarla es necesario un enfoque multidisciplinario, tanto para su diagnóstico como seguimiento. Debido a la naturaleza de la enfermedad, el tratamiento debe de ser personalizado para cada paciente, y reservado para los pacientes con repercusión clínica en su vida diaria. No es recomendable que se trate solamente con fármacos, sino que debe combinarse con un tratamiento conductual y psicopedagógico, además de la práctica de deporte o actividades recreativas que estimulen el desarrollo motriz. En cualquier caso, se pueden destacar los siguientes objetivos para cada tratamiento:

  • Reducir los síntomas de THDA
  • Reducir los síntomas de comorbilidad
  • Reducir el riesgo de complicaciones
  • Educar al paciente y a su entorno sobre el trastorno
  • Aceptar el entorno a las necesidades del paciente
  • Mejorar las habilidades de abordaje de los pacientes, padres y educadores
  • Cambiar las percepciones desadaptativas

El tratamiento farmacológico es imprescindible en 7 de cada 10 pacientes y es necesario que sean individualizados, identificando la dosis mínima eficaz. El tratamiento farmacológico más habitual consta de psicoestimulantes que mejorar la liberación de noradrenalina y dopamina, como las anfetaminas, dextroanfetamina y metilfenidato. Sin embargo se corre el riesgo de desarrollar dependencia y tolerancia, por lo que cabe recalcar la importancia de utilizar la dosis mínima eficaz para cada paciente. También en algunos casos se utilizan antidepresivos como atomoxetina, bupropión y antidepresivos tricíclicos.

El tratamiento global debe contemplar la psicoeducación con los familiares, profesores y el entorno inmediato del niño, con la finalidad de poder entender al niño con THDA, y fomentar la tolerancia y un ambiente propicio para el desarrollo del paciente.

Autor: Lizeth Alemán

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