Una gran cantidad de muertes, aún más de heridos y la destrucción de millones de familias, hogares y sueños; eso es lo que resume la Primera Guerra Mundial. Dejemos a un lado la política, y las banderas que causaron este conflicto. Pongamos a un lado lo que cuentan los libros de historia sobre los buenos y los malos, y pensemos por un momento sobre los individuos. Resulta imposible imaginarse en los zapatos de un joven de 20 años en un día como hoy, 17 de febrero pero en 1917. Por un lado estar lejos de casa entre el lodo y la sangre de tus compañeros y amigos en las trinchera del oeste de Europa o en las montañas entre Italia y el ahora inexistente Imperio AustroHúngaro y por el otro, el frío de un hospital de guerra en pleno invierno en el que cientos de heridos vienen buscando alivio y en el que muchos respirarán sus últimas bocanadas de aire. O simplemente el caso de las muchas personas que se vieron forzadas a abandonar todo lo que conocían porque la guerra destruyó su hogar y su familia. No era un momento fácil y pensar que en su momento esta fue “La Guerra para terminar todas las Guerras” nos hace darnos cuenta de lo ingenuo que somos como raza humana.

Pero no todo fue trágico en la Gran Guerra. Para empezar aunque algunos grupos de individuos sufrieron mucho como resultado de este conflicto (los judíos, los serbios, y los armenios, etc.), otros se vieron beneficiados. Pensemos en las mujeres cuyo papel en la sociedad cambió radicalmente debido a la falta de hombres en las ciudades. Algunos países encontraron su identidad nacional en base a los horrores de esta guerra. La tecnología que surgió en este tiempo trascendió y nos permitió tener aerolíneas, radios, un sistema meteorológico y una mayor cantidad de bienes manufacturados industrialmente. La filosofía y el arte que surgió de este terrible episodio sigue permeando nuestra vida cotidiana. Un campo que creció enormemente durante este periodo debido a la cantidad de heridos fue el de la medicina.

Cuando pensamos en la medicina del campo de batalla normalmente la imagen de un cirujano operando a un soldado herido se nos viene a la mente. Una amputación, una herida de bala… cualquier daño causado por explosiones, quemaduras y porque no, gas tóxico, quizá sean de los ejemplos más gráficos que podemos imaginar. Sin embargo, en proporción, el número de fatalidades por estas causas es mucho menor del ocasionado por diferentes enfermedades.

Las condiciones de exposición al medio ambiente y falta de provisiones y alimentos hicieron que la hipotermia, o “muerte blanca”, fuera una de las principales causas de muerte en las épocas de invierno sobre todo en Rusia y en los Alpes Italianos. El caso opuesto de deshidratación y golpe de calor, fueron característicos de los escenarios árabes y africanos. Las infecciones de heridas eran sumamente comunes en el frente de batalla. La malaria jugó un papel importante en Macedonia, Palestina, Mesopotamia e Italia donde más de un millón de soldados fueron afectados. Esto llevó a una epidemia del parásito a nivel mundial después de la guerra sobre todo en el Reino Unido e Italia. (1) El tifo epidémico, europeo o histórico, como lo quieran llamar, también hizo su aparición en esta guerra arrasando con los millones de refugiados de guerra y azotando en particular al pueblo serbio y a las tropas rusas. Esta bacteria, Rickettsia Prowazekii, (2) transmitida por el vector Pediculus humanus capitis o piojo de la cabeza, causó atención hasta el punto de la formación de inspecciones rutinarias “despiojantes” en los campamentos militares y la desinfección de todo el material antes de transportar tropas de regreso a casa. Incluso la administración de las primera vacunas contra el microorganismo fueron administradas al personal militar de la época. Terminaremos esta lista con el pie de la trinchera una de las principales causas de incapacitación durante el conflicto. La condición se presentaba debido a la falta de higiene y la humedad de las trincheras. Ocasionaba constricción de los vasos sanguíneos de las extremidades inferiores durante largos periodos de tiempo lo que llevaba a necrosis y favorecía el asentamiento de bacterias y hongos que empeoraban la condición. El remedio para esta condición fue descubierto durante la guerra y resultó ser el cambio de calcetas dos o tres veces al día y la aplicación de grasa de ballena en los pies cada noche. (3)

Entre tantas causas de sufrimiento, tanto entre los soldados como entre los civiles; no resulta difícil imaginar que nuevos remedios, curas y tratamientos fueron desarrollados entre 1914 y 1918. Como analgésicos, el opio traído de China y del Medio Oriente era ampliamente usado a principios de la guerra. A medida que la guerra continuó y se prolongó, la morfina comenzó a ser producida a niveles industriales. (4) Otra droga que era muy común en el campo de batalla era la cocaína que se traía de América del Sur y era usada ampliamente por los soldados; de hecho Holanda, que permaneció neutral durante la guerra, tenía la fábrica más grande de cocaína en el mundo durante estas fechas. (5) El abuso de esta sustancia llevó a la regulación de la misma y eventualmente a su prohibición después de 1918 en varios países europeos pero en un inicio conseguirla era tan fácil como comprar un dulce en la farmacia. A medida que el conflicto continuó los soldados de todos los niveles y clases comenzaron a ser capacitados en primeros auxilios, sobre todo en la aplicación de vendajes y la esterilización de heridas. Los escuadrones de doctores de campo también fueron establecidos durante esta guerra. El uso masivo de vehículos motorizados por parte de la Cruz Roja con el fin de ser ambulancias fue una de las innovaciones más trascendentes. La mismísima Cruz Roja se convirtió en la Cruz Roja Internacional después de que las diferentes asociaciones independientes de todo el mundo decidieran crear una sola organización en 1919 debido a la enorme cantidad de voluntarios, principalmente mujeres, que se unieron a la causa durante el tiempo de guerra. (6)

El trato a los pacientes gravemente heridos en los hospitales militares también cambió como resultado de este conflicto. Las transfusiones de sangre se volvieron más comunes debido a dos avances: el uso de anticoagulantes en 1914, que permitía su almacenamiento por mayor tiempo; y el descubrimiento de métodos prácticos para revisar el tipo de sangre (solo los antígenos ABO) en 1907 (7). Las máquinas de rayos-x que permitían precisar el sitio y la severidad de las heridas fueron mejoradas y las primeras unidades móviles hicieron aparición entre los hospitales de la Gran Guerra. Después del término de la guerra nuevos campos de la medicina surgieron como la radiología; y otros como la cirugía reconstructiva, la psiquiatría y la enfermería florecieron a raíz del conflicto.

La lista de ámbitos médicos impactados por la Primera Guerra Mundial es muy amplia. No hay que olvidar que millones de soldados pelearon en ella y a parte de sus heridas, cicatrices físicas y el impacto emocional en muchos casos fue devastador. Durante este conflicto fue que la atención médica sobre el “shock de explosión o de artillería” (shell shock) comenzó a despertar interés. Eventualmente el término PTSD, por sus siglas en inglés Post Traumatic Stress Disorder, (Trastorno por estrés postraumático) fue adoptado para esta condición. Hoy en día este es uno de los términos psiquiátricos más usados por la cultura popular.

Si bien una gran cantidad de recursos fueron desviados para causas médicas durante el esfuerzo bélico, se puede llegar a la conclusión de que al salvar más vidas el conflicto terminaría siendo más fatal al largo plazo. Esto debido a que soldados que antes hubieran muerto debido a una infección o regresado a casa después de una herida, ahora eran atendidos en el hospital de campo. Aquí se les trataba su padecimiento y a los pocos días se encontraban los soldados de vuelta en las trincheras. Solo los casos muy graves eran regresados a casa. A pesar de esto no hay que olvidar el invaluable progreso que se logró en cuanto a la esterilización de heridas, la higiene y la calidad de vida de las tropas durante el tiempo de batalla. Quisiera terminar con un momento de solemnidad para las millones de personas que se vieron afectadas por este conflicto, en especial a los miles de doctores y enfermeras que arriesgaron sus vidas por salvar la vida de los demás. Esas personas que pusieron su integridad física y mental a un lado para servir a las millones de víctimas de la Guerra que no terminó ninguna guerra.

Autor: David González – Editor: Jorge Reyes

Bibliografía: