Comparar a hombres y mujeres es como comparar a peras con manzanas: no somos iguales. Para empezar la composición de una mujer no se puede comparar con la del hombre. La distribución de los órganos internos no es la misma, ¡ni siquiera tenemos los mismos órganos! Por varias razones las mujeres son más complicadas. Los procesos internos, la producción de hormonas, los ciclos de las mismas y la forma en la que suelen retener información y recordarla, son todos ejemplos de lo diferentes que son las mujeres. No cabe duda, las mujeres y los hombres no son iguales; sin embargo ¿Porqué se sigue generalizando cuando hablamos de salud?

Las prescripciones para drogas como el ibuprofeno y las aspirinas son las mismas independientemente del sexo. Según un estudio de la FDA, 80% de los medicamentos de fácil acceso tienen efectos secundarios en mujeres. Esto destaca la falta de información sobre diferencias básicas entre el hombre y la mujer. Podemos atribuir esta forma de pensar equivocada a que las pruebas que se llevan acabo antes de comercializar un medicamento se realizan principalmente en hombres. Este “ritual” en el mundo de la investigación remonta a finales de la segunda guerra mundial cuando se pensaba que la mujer era, en principio, un hombre con diferentes órganos sexuales. Los consensos para regular la investigación arreglaron evitar hacer investigación en mujeres para prevenir daños tanto en madres como en fetos. Desde entonces el hombre ha sido utilizado como el modelo predilecto de investigación. Cabe mencionar que es más fácil obtener resultados de pruebas en animales machos y posteriormente en hombres porque su ciclo hormonal es mucho menos complicado.

No somos iguales al punto donde medicamentos como ambien (una droga que combate el insomnio) y las famosas aspirinas reaccionan diferente en cada sexo. La FDA redujo la dosis de ambien en mujeres a la mitad, y en los hombres las dejo igual porque las mujeres metabolizan esta droga más lentamente, lo que postergaba los efectos a la mañana siguiente. La aspirina puede ser benéfica en pacientes masculinos y reducir el riesgo de un infarto, pero puede causar efectos adversos en mujeres. Los tipos de infartos que un hombre tiene no son iguales a los de las mujeres, y sus síntomas son diferentes. Pero a la mujer se le ven los síntomas como anormales porque el modelo para identificación de riesgo a infartos fue perfeccionado y modelado a partir del hombre. Nuestras arterias coronarias son anatómicamente diferentes, las mujeres tienen vasos mas pequeños. En años recientes se han publicado artículos sobre la función de los cromosomas sexuales después de la diferenciación sexual y resulta que el par 23 continúa siendo activo durante toda la vida. Con el simple hecho de tener una gama diferente de genes a expresar podemos asumir que las diferencias entre sexos quizá sean más notorias de lo que antes se creía y que la “bikini medicine” es una práctica en peligro de extinción.

Comparar al hombre y a la mujer es como comparar un adulto con un infante: simplemente no somos iguales. Es momento de cambiar nuestra forma de pensar. Exigir una educación diferente que tome las diferencias entre sexos como un pilar importante, porque si algo no se vale en medicina es “generalizar”. A medida que nos adentramos a un futuro con terapias personalizadas en el horizonte, ¿porqué esperar para comenzar a actuar? Percatémonos de las diferencias y de los riesgos específicos entre sexos, fomentemos la experimentación en modelos femeninos aunque sea más complicada, volvamos a probar los diferentes medicamentos que tan frecuentemente se prescriben y se recetan para buscar efectos secundarios en las mujeres. Mientras que la lucha por la equidad de genero sigue ganando terreno y mejorando las condiciones sociales para la mujer; la lucha por la diferencia de géneros en el campo médico necesita apoyo y consciencia para mejorar la salud y los servicios que se brindan a más del cincuenta porciento de la población. No podemos quedarnos de brazos cruzados pero tener en cuenta que una pera no es una manzana es un buen comienzo.

Autor: David González – Editor: Eric Olea

Bibliografía: