La medicina, de acuerdo a la Real Academia Española, es la ciencia y arte de precaver y curar enfermedades del cuerpo humano. Sin embargo, una persona/paciente no solo comprende el aspecto físico-biológico, sino que es un conjunto que incluye además la parte social, química, económica, mental, lingüística, espiritual, familiar, etc. La práctica médica actual ha tenido algunas fallas para aplicar la conceptualización anterior, debido a que únicamente se toma en cuenta la parte biológica afectada, ignorando aspectos importantes para un tratamiento integral.

En la semana pasada tuve un par de ocasiones para percatarme de lo esencial que es tratar a los pacientes como un todo. Primero fue en la clase de Medicina Familiar, en la que la Dra. Piña comentaba el error que se comete al referirse a – y por lo tanto al pensar en- los pacientes como “tengo un hígado en la 203” o “tengo un corazón en la 502”, pues de esa manera estamos eligiendo excluir todos los demás aspectos de las personas que se encuentran en tales habitaciones.

Además, también mencionó la Dra., que la mayoría de los médicos subespecialistas –sin generalizar- tienen una visión ‘en tubo’, es decir, tienen toda su concentración enfocada en el área biológica específica de su experiencia al tratar a una persona. Por ejemplo, suponiendo que a un neurólogo con ese tipo de visión le llega un paciente con un dolor de cabeza, él se pondrá a buscar alguna causa orgánica inmediatamente. Sin embargo, si lo trata de forma integral, podrá hacer una buena interrogación y a lo mejor encontrar que no se trata de alguna patología de neuro, sino  de algún otro aparato/sistema o que es simplemente alguna preocupación/alteración en cualquiera de los aspectos que integran al paciente como persona.

La segunda ocasión fue el debate ético, en el cual se hacía alusión al aspecto espiritual de un paciente.  Para esto –y para no entrar en polémica- es vital que el médico considere esa totalidad de la persona de manera responsable, de acuerdo a sus valores, ideologías y sobre todo a sus conocimientos. Por lo tanto, como profesionales de la salud debemos tener bien asentados nuestros valores, nuestras creencias y todos los aspectos que nos conforman, para que en un futuro podamos ejercer la medicina en beneficio de los demás.

Dentro de las cualidades que debe tener un médico están la actitud  de servicio y la disposición, que en algunas ocasiones se ven influenciadas por aspectos políticos o legales. Un ejemplo de ello es cómo en el sector salud de Estados Unidos muchos doctores no quiere atender pacientes cuando consideran que la situación no les beneficia o no los protege desde el punto de vista legal, haciendo a un lado su compromiso con la vida de las personas. En base a lo anterior, considero que si todos los involucrados en las áreas de la salud estuvieran comprometidos a tratar integral y responsablemente a los pacientes, no habría necesidad de ‘tomar precauciones’ o de que en la televisión norteamericana aparecieran comerciales en los que las oficinas de abogados buscan motivos para demandar médicos. Tal es el caso de uno que vi hace unas semanas en donde aparece: “si padeces tromboflebitis y tu doctor te prescribió anticonceptivos orales, nosotros lo demandamos”.

Tal como se menciona en la introducción, la medicina es un arte y por ello hay muchas razones para disfrutarla y vivirla responsablemente. No hay que tener miedo en la práctica, más bien hay que tener los ojos abiertos para analizar todos los aspectos de la ‘persona integral’ y así no pasar nada por alto que después nos pueda complicar la existencia. Como estudiantes hay que trabajar desde ahora en nuestra ética, en nuestros valores, en nuestras creencias, en nuestros conocimientos; en fin, en todos los aspectos para que podamos convertirnos en el médico integral que todos queremos ser.

Autor: César Saldaña

Bibliografía: