Hoy, año 2016 d.C., el ser humano se encuentra en una era que es el resultado de miles de años de recopilaciones de historias, culturas, costumbres, sociedades y lenguas que han surgido desde que el hombre como ente pensante plasmó y dejó huella en el mundo para ser transmitida de generación en generación; un claro ejemplo es el pueblo de los judíos.

La cultura judía es una de las más antiguas y poderosas que han existido desde hace casi cuatro mil años, surgiendo de los antiguos israelitas y hebreos. A lo largo de su historia han sido parte de muchas sociedades dejando aportaciones científicas y culturales de suma importancia. Abraham, fundador y patriarca de los judíos, se encuentra en la tumba de los Patriarcas junto con su familia en la gran ciudad de Hebrón, ciudad que transmite paz y belleza a los santuarios, entre los que destacan las sinagogas. Es aquí, donde comienza la historia de los judíos, una religión establecida en las montañas de Judea, actualmente territorio en disputa entre Palestina e Israel.

El sistema económico, la estructura de trabajo, la buena organización y la habilidad en la administración financiera que siempre ha caracterizado a los judíos representaba una amenaza para todos los sistemas de gobierno que han existido desde la antigüedad. Existen un sinnúmero de batallas y guerras entre los judíos y otras culturas y religiones. Particularmente la rivalidad y la lucha constante contra los cristianos es algo que ha existido y ha caracterizado a estos pueblos durante cientos de años.
Posteriormente, después de numerosas y constantes disputas, uno de los peores crímenes cometidos contra los judíos y con la humanidad en general, toma lugar en 1933 a 1945, el Holocausto. “Holocausto” es un término usado para describir la exterminación de judíos europeos en el periodo que comprende el gobierno del Tercer Reich, desde que el presidente Paul von Hindenburg (presidente de Alemania en esa época) nombró a Adolf Hitler canciller. El contexto que se debe conocer acerca de esta palabra son sus raíces bíblicas. En la traducción griega de la Biblia hebrea, la palabra olah se tradujo a holokauston. Olah significa “lo que es ofrecido”. Se refiere al sacrificio, a menudo específicamente a “una ofrenda hecha de fuego al Señor”. Esta connotación hace problemático el uso de este término debido a que se utiliza para nombrar un proceso de destrucción y devastación.

La campaña genocida de la Alemania Nazi fue la causa de la muerte de cerca de 11 millones de personas, de los cuales 6 millones eran judíos; ya que los Nazis no únicamente se saciaron de judíos, sino que también planeaban terminar con el resto de población que era impura, es decir, que no era aria. Este proceso de destrucción fue conocido también como la Solución Final. Al final de la Segunda Guerra Mundial, dos tercios de los judíos europeos (cerca de un tercio del la población mundial de judíos) habían muerto, la mayoría de ellos provenían de Europa del Este. El líder de la SS (Schutzstaffel) Heinrich Himmler, ordenó el asesinato sistemático de prisioneros en Auschwitz a finales de 1944. Esta decisión fue tomada, no por el acercamiento de las tropas soviéticas propiamente, sino porque la Solución Final buscaba eliminar el “problema judío” europeo sin importar el costo.

En un principio las políticas de la Alemania Nazi se enfocaban en la segregación de los judíos de forma que su vida en Alemania fuera intolerable hasta el punto de forzarlos a emigrar del país. Se calcula que aproximadamente 300,000 judíos emigraron de Alemania a otros países después de la toma del poder de los nazis; sin embargo, en septiembre de 1939, fecha en el que estalla oficialmente la Segunda Guerra Mundial, aún habitaban alrededor de 200,000 judíos en Alemania. Las restricciones legislativas creadas para los judíos incluían racionamiento de alimentos, entrega de posesiones como aparatos eléctricos y autos; además de la concentración en lugares específicos de la ciudad en guetos y restricción del paso a otros centros.

Las primeras deportaciones sucedieron a principios del año de 1940, pero no fue hasta finales de septiembre de 1941 que comenzaron las deportaciones sistemáticas desde Alemania. Éstas se llevaron a cabo incluso antes del establecimiento de los campos de exterminio en Polonia. Incluso, algunos deportados eran fusilados después de su llegada por los equipos móviles de matanza (Einsatzgruppen). No obstante, Auschwitz-Birkenau en Polonia no fue la única ciudad donde existieron campos de concentración ni de exterminio, sino que se situaron muchos más en diversas ciudades de toda Europa.

A la mayoría de los judíos de Alemania los mataron durante la destrucción de los guetos Minsk y Riga, en la Unión Soviética ocupada y Letonia, respectivamente. Los judíos restantes de Alemania fueron deportados directamente a los campos de exterminio, principalmente Auschwitz en Polonia que estuvo en operación desde junio de 1940. Después de que terminaran las deportaciones en masa a principios de 1943 solo quedaron 15,000 judíos en Alemania. Aquellos que quedaron estaban casados con no judíos o se les clasificaba racialmente como judíos parciales, razón por la cual se les exentó inicialmente de la deportación. Otros tantos miles de judíos permanecieron escondidos hasta el final de la guerra.

El Holocausto no fue resultado de violencia no planeada o aleatoria, sino un programa de eliminación que fue posible gracias a la tecnología del momento y la organización política que se gestaba en la Alemania Nazi. El sentimiento antisemitista dio pie a un proceso de destrucción bien organizado que involucraba a todos los sectores de la sociedad alemana. Debe ampliarse el concepto propio acerca de este acontecimiento y los efectos que tuvo sobre los derechos humanos de las víctimas. Las fuerzas militares de la Alemania Nazi fueron efectoras de este genocidio, pero la sociedad alemana contribuyó a él. Desde el servicio de correo que entregaba las cartas de expropiación, desnaturalización y deportación; hasta la comunidad intelectual científica y política, que promovía investigaciones e ideales que apoyaban las teorías raciales y la creación leyes que las reflejaran en la sociedad.

Es entonces cuando nos debemos preguntar, hasta dónde es capaz el hombre de llegar por ambición, por intolerancia y deseo de poder a costa de todo. Adolf Hitler, no fue el único que cometió un crimen. Todos los que lo siguieron, apoyaron e hicieron posible que uno de los peores crímenes de la humanidad se cometiera también lo fueron responsables. La vida de una persona no vale más que la de ninguna otra; la dignidad humana es un derecho de todo individuo, tal como lo estipula el primer artículo de la constitución actual alemana: “La dignidad humana es inviolable”. Si bien es cierto, el hombre es capaz del perdón, pero no del olvido; también lo es que, las nuevas generaciones no son culpables de los errores del pasado pero sí son responsables de que nunca vuelvan a suceder.

Autor: Lulú Martínez – Editor: David González

Bibliografía:

  • Roth, J. K. (2015). Holocaust. Salem Press Encyclopedia.