Antes de escribir este artículo les pregunte a varias personas si conocían las feromonas. La mayoría contestó que sí, y después de aquella afirmación un tanto dudosa les pregunté ¿qué eran? Con la mirada nerviosa y la boca un poco abierta me contestaban con palabras vagas e incompletas. Aunque la mayoría de mis entrevistados fueron estudiantes, si le preguntara hoy mismo a un científico renombrado ¿qué es una feromona?, probablemente me contestaría con la misma mirada, pero con palabras más complejas e intimidantes.

Por más de cincuenta años los científicos han respondido a esta pregunta con la misma expresión, pues desde 1959 en que las feromonas se definieron, se han encontrado muchos tipos de comunicación mediante feromonas entre animales. Aunque la información sigue siendo difusa, las feromonas generalmente se definen como compuestos que transmiten señales entre organismos de una misma especie; pues no sólo los animales producen feromonas, sino también las bacterias y las plantas. Sin embargo, no todas estas interacciones tienen como finalidad el apareamiento, por ejemplo, las señales colaborativas de las hormigas que dejan un rastro químico hacia el sitio de la comida tienen un propósito totalmente distinto.

La palabra feromona nació en 1959 cuando descubrieron el bombykol, un afrodisíaco proveniente de las polillas de seda hembras. Tan sólo unas pocas moléculas de bombykol lograban que un macho volara largas distancias en busca de la hembra, así lo afirma Tristram Wyatt, zoólogo de la Universidad de Oxford.

Sin embargo, nada parecido está pasando en la especie humana. Bettie Pause, psicóloga en la Universidad de Düsseldurf Heinrich Heine (H.H.U), quien ha estudiado las feromonas y la olfacción social humana por 15 años, comenta que apenas hemos empezado a entender que hay comunicación más allá de nuestro nivel de conciencia. Lo que derivaría en que gran parte de nuestra comunicación esté influenciada por señales químicas.

Las primeras investigaciones se enfocan en las glándulas de nuestras axilas, en donde es más notorio el olor. Se han realizado estudios en donde se ha descubierto lo que más se acerca a una feromona humana: androstadienone. Ésta deriva de la hormona masculina testosterona, y en la presencia de este compuesto se ha reportado que las mujeres se sienten más relajadas.

Otro factor importante a considerar es que por años los científicos han pensado que la detección de feromonas se debe al órgano vomeronasal (VNO) que se encuentra en la estructura de la nariz. Sin embargo, esta teoría no aplica del todo en los humanos, ya que no todos tenemos este pequeño ducto o los genes de los receptores se encuentras desactivados. En 2011, un estudio en humanos demostró que cuando las personas se exponían a androstadienone, sus cerebros mostraban una reacción independientemente si tenían VNO o estaba desactivado. Conclusiones como esta han llevado a científicos a indagar en las posibilidades de un nervio feromonal.

Además de estos estudios, también se encuentra la relación de las feromonas con el Complejo de Histocompatibilidad, el cual consiste en una serie de genes inmunológicos que nos caracterizan con una especie de odor distintivo, como nuestra huella digital; así lo menciona Charles Wysocki, un neuroscientífico olfatólogo en el Monel Chemical Senses Center. Investigaciones han llegado a la conclusión que tras haberles mostrado camisetas sudadas por diferentes hombres a un grupo de mujeres, ellas preferían la camiseta del hombre con un Complejo de Histocompatibilidad adecuadamente diferente, con el cual sus genes se mezclarían mejor al procrear.

Hasta el día de hoy no se ha descubierto ninguna feromona definitiva del ser humano a pesar de que se han descubierto algunas diferentes en animales. Es posible que la curiosidad de los científicos respecto al tema siga creciendo debido a la gran gama de olores que puede tener una sola persona. Wysocki está de acuerdo: no hay prueba alguna de que las feromonas sexuales de atracción existan, pero tampoco hay porque pensar que no existen.

Entonces dile que la amas, pero no te olvides que pueden ser sus feromonas, o puede que no.

Autor: Daniela Montemayor – Editor: Jenny Salinas

Bibliografía:

  • Yuhas, D. (2014, May 1). Are Human Pheromones Real? Scientific American Mind.
  • Everts, S. (2012, March 1). The Truth About Pheromones. SMITHSONIAN MAGAZINE.