Si uno se toma un momento para observar la vida que está a nuestro alrededor es inevitable reconocer la cuasi-infinita variedad que nos rodea. Desde pequeños roedores hasta árboles Sequoia comparables a nuestras modernas torres de concreto y acero. Pero más allá de aquello que es perceptible existe un grupo de diminutos organismos todavía más diverso que hemos nombrado como microbios. Pero ¿Qué similitudes existen entre Staphylococcus aureus y un Elefante Africano? ¿Tendrán Charles Darwin y Alfred Wallace razón con su teoría de la evolución? ¿Viene todo el amplio espectro que abarca la vida de un solo ancestro común (Last Common Universal Ancestor [LUCA])? Para responder estas y más preguntas filósofos y científicos han divisado diferentes maneras para clasificar la vida, y, a través de estos esfuerzos ha sido creada la rama de la ciencia que conocemos como taxonomía.

De los primeros en tratar de organizar la vida fue Aristóteles. Creó una división entre plantas, animales y subgrupos basados principalmente en la morfología: la naturaleza comenzaba a dividirse por patrones. Por ejemplo, si ambos animales tenían cuernos éstos se agrupaban dentro del mismo grupo.

Con el pasar del tiempo y mejores tecnologías ópticas estas diferenciaciones físicas de cada organismo fueron cada vez más finas, y entre tanta información y sin un sistema formal que lo explicara, era complicado entenderse entre taxónomos. En algunos casos el mismo animal se le llamaba de diferentes maneras, se registraba varias veces pensando que era otra especie, y como no existía manera correcta de clasificación los nombres podían ser ridículos y muy complicados. Para aclarar todas estas complicaciones llegó el héroe de muchos científicos y padre de la taxonomía moderna: Carl Linnaeus.

Sten Lindroth, historiador Sueco de la ciencia, expresó dentro de sus escrituras: “Dios creó y Linneaus lo organizó”. La gran revolución de Linneaus para el campo de la Taxonomía fue el uso de diferentes rangos para clasificar organismos dentro de grupos cada vez más selectivos y el uso de la nomenclatura binomial. Estos diferentes rangos ahora los reconocemos como reino, filum, clase, orden, familia, genus, especie (a veces se incluyen dominios que son aún mayores a los reinos).
La nomenclatura binomial (siempre escrito en itálicas) se refiere al uso de un genus y especie (siempre en minúscula) para identificar a cierto organismo. Por ejemplo, a la cebra se le conoce como Equus quagga; dentro del genus de Equus también se incluyen a los caballos y burros, pero para poder diferenciarlos se utiliza el quagga para referirse específicamente a las cebras.

(Perkpeki, 2016)

Este sistema tan elegantemente desarrollado por Carl Linnaeus abrió las puertas a una naturaleza organizada y fácil de entender por el humano, pero con los descubrimientos de Charles Darwin y Alfred Wallace el juego cambió: la naturaleza no era estática sino estaba en un constante estado de flux sujeta a los bellos y naturales mecanismos de la evolución.

Esta gran revelación llevó a que se estudiara la filogenia, o la historia evolutiva de un organismo y no a su morfología. Ahora la cuestión no radicaba en segmentar a los diversos grupos de entes, sino encontrar las conexiones entre ellos por medio de sus procesos metabólicos.

Hoy en día las tecnologías han avanzado a un punto en el cual estudiamos el ADN de los organismos por medio de secuenciación genómica para tratar de organizar a la vida, algo conocido como filogenética. Recientemente se publicó un Árbol de la Vida extremadamente complejo en el cual se analizó el ADN de más de 3,000 especies. Éstos fueron sus resultados:

(Hug, 2016)

Hemos avanzado enormemente desde los tiempos de Aristóteles y esta demonstración gráfica de la organización de la vida resalta nuestro progreso en el entendimiento de la biología. Los humanos somos tan solo una pequeña rama en esta enorme red de existencia y cada día la ciencia nos acerca al LUCA y al origen de la vida. Después de todo, Wallace y Darwin tenían toda la razón.

Autor: Tomás Lankenau – Editor: Fernanda Valdez

Bibliografía: