“The most beautiful people I’ve known are those who have known trials, have known struggles, have known loss, and have found their way out of the depths.”
― Elisabeth Kübler-Ross
Ya Marzo está a punto de terminar. Y ¿Qué viene con ello? Una nueva rotación para los que estamos en clínicas. Un nuevo mundo para nuestras pequeñas mentes que se abren poco a poco mirando hacia el horizonte. Durante estos tres meses que pasaron hemos vivido una nueva experiencia, una experiencia que nos contaban pero que ni siquiera nos habíamos imaginado.
El EMIS 5 es un año en donde hay sorpresas, alegrías, lloriqueos, materias reprobadas, pasadas; amistades nuevas, amistades perdidas y amistades fortalecidas. Es el año en el que el EMIS saca desde el fondo de su alma todo lo que llevaba reprimiendo durante cuatro años y medio de estudio intenso en la carrera de medicina. Un año en el que las guardias, los trabajos, el albalá y sobre todos los exámenes (medicina interna con su examen final de 70%) nos llevan al límite de nuestras capacidades y nos hacen sacar el coraje que necesitamos como futuros médicos en nuestras vidas y sobrevivir a todo lo que venga; porque ahora te das cuenta que el propósito de tu estudio no es nada más para tí, es para salvar la vida de una niña de 5 años con asma que depende de tí, o de un anciano con herpes de 87 años de edad que te mira con unos ojos que dicen “quítame el dolor…”.
Son muchas las experiencias que hemos vivido tanto en Pediatría, con sus miles de recetas y bebés llorando que tenemos que cargar, consolar y cuidar; como en Gine con las madres que llegan a mitad de la noche despertándonos de nuestro merecido sueño después de todo un día de trabajo; como Cirugía, rotación en la que usas tus manos para ayudar, en la que aprendes a hacer nudos y a sacar apéndices enfermos de un abdomen adolorido. La rotación en donde las guardias significan estar parados durante más de 12 horas en un quirófano… y por supuesto, Medicina Interna, rotación en donde el Harrison se transforma en personas con enfermedades de cardio, neumo, nefro, gastro, hemato y endócrino.
Cada una de las rotaciones nos enseña a ser más humanos, nos acerca a los pacientes de una manera maravillosa y extraordinaria, pero al mismo tiempo es un acercamiento duro a la realidad, nos muestra a lo que enfrentamos diariamente en nuestro país y nos enseña cómo comportarnos frente a ella. Nos forja el carácter día tras día, aprendemos, nos caemos, somos fuertes, lloramos, reímos y amamos. Somos más de lo que podemos imaginar. Crecemos y nos ayudamos unos con otros, porque somos un equipo. Y a los que van a entrar apenas en unos meses les digo que no se asusten, no es tan malo como dice la gente. Honestamente sé que si aman su carrera amarán Ciencias Clínicas. Déjense guiar por el amor que le tenemos a nuestra profesión. Algún día seremos médicos y tendremos una responsabilidad legal y moral frente a nuestros propios pacientes. Cuidémoslos, ellos confían en nosotros. No hay que fallarles.
No puedo decir mucho porque apenas voy comenzando, pero sentí que tenía la obligación de compartir mi experiencia con aquellos que temen entrar a clínicas y con los que ya se encuentran rotando, pero que están pensando en renunciar. No lo hagan. Piénselo antes y sigan su vocación, su amor a la medicina es más fuerte que la flojera y la mediocridad. No se dejen llevar por ellas. ¡Si podemos!
Autor: Alejandra Pérez