Los cigarros electrónicos son cada vez más populares, especialmente entre los adolescentes y jóvenes. Este producto ofrece una propuesta interesante y atractiva: una alternativa personalizable para los cigarrillos convencionales, con la posibilidad de infundir sabores y olores a las vaporizaciones con potencialmente menos riesgos para la salud de los consumidores. A pesar de esto, su uso no ha sido propiamente investigado por la administración de comida y medicamentos de los Estados Unidos o por organizaciones similares en otros países, y su regulación es limitada o inexistente.

La creciente popularidad de este producto, ha adquirido atención internacional; en el 2014, por ejemplo, en el foro internacional de las sociedades para la salud respiratoria, se emitió un documento de posición, publicado en el American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine, que recomienda evitar el uso de los cigarros electrónicos a toda costa hasta que se estudien enteramente sus efectos (Schraufnagel et al., 2014).

La posición en contra del uso de los cigarros electrónicos, que ha sido adoptada por numerosas autoridades en el campo de la salud, no se debe al rechazo de sus potenciales beneficios para los fumadores en busca de una alternativa más saludable, si no a la falta de regulación en la manufactura y venta del producto. Un estudio realizado por la Universidad de Berkeley en California, demostró que el contenido de nitrosaminas, formaldehído y benceno presente en las emisiones producidas por los cigarros electrónicos, puede variar hasta en un 5000%, esto significa que la cantidad de cancerígenos y otras sustancias tóxicas en la emisión de un cigarro electrónico con una infusión en particular puede ser 50 veces mayor que la de otro cigarro electrónico con alguna otra infusión.

Un estudio similar realizado por Drummond y colaboradores en el 2014, demostró que cantidades variables de metales como nickel, plomo y cadmio estaban presentes en las emisiones de varios cigarros electrónicos, además de que las cantidades de nicotina, silicinas y glicol de propileno varían ampliamente de un cigarro a otro (Drummond et al., 2014). Esta inmensa variabilidad ha limitado enormemente el alcance de los estudios realizados para demostrar la seguridad y los beneficios de su uso.

La distribución en masa de este producto también es motivo de preocupación para la asociación americana para la salud pulmonar, puesto que aunque existen potenciales efectos adversos para la salud, no existen limitantes de edad o regulación rigurosa para su venta y consumo, como la que existe en el caso de los cigarros tradicionales (American Lung Association, 2015).

A pesar de los importantes desafíos que presenta la industria de los cigarros electrónicos, los beneficios que estos podrían representar en aspectos como la salud de los fumadores actuales y la prevención de cáncer y otras enfermedades relacionadas con los cigarrillos convencionales, no deben ser ignorados. Pero para que estos beneficios puedan ser correctamente estudiados y asumidos por la población, es urgente la acción de organizaciones gubernamentales para promover la regulación de la manufactura, venta y consumo de este producto.

Autor: Olga Santín – Editor: Gina González

Bibliografía:

  • Goniewicz, Maciej Lukasz, et al. “Levels of selected carcinogens and toxicants in vapour from electronic cigarettes.” Tobacco control 23.2 (2014): 133-139.
  • Schraufnagel, Dean E., et al. “Electronic cigarettes. A position statement of the forum of international respiratory societies.” American journal of respiratory and critical care medicine 190.6 (2014): 611-618.
  • Drummond, M. Bradley, and Dona Upson. “Electronic cigarettes. Potential harms and benefits.” Annals of the American Thoracic Society 11.2 (2014): 236-242.