“Entre una estatua y un cuadro, entre un soneto y una ánfora, entre una catedral y una sinfonía: ¿hasta dónde habrán de llegar las semejanzas, las afinidades, las leyes comunes? Y ¿cuáles son también las diferencias que podrían decirse congénitas? He aquí nuestro problema”
Es así como Étienne Souriau inicia su libro “La correspondencia de las artes” (1965), con el planteamiento del tema: el arte, y con un preámbulo que el autor concierne en llamar reflexiones liminares. Y es que quizá Souriau opta por abordar el tema en base a la reflexión, considerándolo un acto más prudente que adoptar un título referente a un preámbulo propio de una tesis. El libro de Soriau es un breviario de sus propias reflexiones más que un tratado de arte. La pregunta, no obstante, es: ‘¿qué es arte?’¿Cuáles son sus límites? Y ¿cómo se determinan éstas, si acaso los hay?
Souriau desarrolla en más de trescientas páginas el parentesco entre escultores y pintores, entre poetas y compositores. Empero, ¿qué pensar acerca de un artista cuyas herramientas de trabajo resultan en conexiones entre lo físico y lo virtual, entre lo biológico y lo tecnológico, transgrediendo así las fronteras y los preceptos –erróneos y herméticos, por cierto-, que nos hemos planteado respecto al arte? Esa es, precisamente, la interrogante que me hace escribir este artículo. Y ella, naturalmente, parte de la inquietud que me ha causado la obra de Eduardo Kac, uno de los precursores del bioarte, reconocido internacionalmente por ser un artista poseedor de una visión poética que, a su vez, invita a la crítica y concepción filosófica de la vida.
Ahora que lo pienso, resulta lógico pensar que hace más de medio siglo, Wassily Kandinski ya presupuestaba el surgimiento de este tipo de manifestaciones artísticas. En “De lo espiritual en el arte” (1979), Kandiski afirma que “los sentimientos más burdos, como el miedo, la alegría, la tristeza, etc., que podrían usarse en esta etapa de tentación [se refiere aquí a la etapa en que toma fuerza el arte abstracto] como contenido del arte, atraerán poco al artista. Este buscará despertar sentimientos más sutiles que en la actualidad no tienen nombre”. Kandiski, como artista, dio las pautas para el surgimiento del arte abstracto y las corrientes consecuentes, pero, más importantes aún me parecen su contribución de ideas liberales respecto al arte y sus planteamientos acerca de la espiritualidad en éste.
Así pues, podemos entender, quizá de manera más solícita, el por qué de un conejo fluorescente, o la creación de una secuencia de ADN tomando como base un pasaje de la biblia. Ésa es la manera de trabajar de Eduardo Kac, es así como aborda la problemática que enciende los motores de su proceso creativo como artista.
En “GÉNESIS” (1998/99), Kac explora la intrincada relación entre la biología, los sistemas de creencia, la tecnología de la información, la interacción dialógica, ética e Internet (Tortorelli, 200), creando un gen en base a la traducción de una frase del Libro bíblico del Génesis al código Morse –que representa los inicios de la era informática-, y convirtiendo el código Morse en pares de bases nitrogenadas. El texto original dice: “Que el hombre tenga dominio sobre los peces del mar, sobre los pájaros del aire y sobre todo ser viviente en esta tierra.” Justamente, como un análisis de esta afirmación, Kac tomó la decisión de introducir esta secuencia de ADN en el genoma de una bacteria. Lo que me parece más interesante, no obstante, es que la exposición involucra al público en la ejecución de la obra, haciéndolo partícipe en el análisis y coautor de la obra misma.
“La exhibición permite que los participantes tanto locales como remotos (Web) monitoreen la evolución del trabajo. La muestra consiste de una placa Petri con la bacteria, una cámara microvideo flexible, una caja de luz ultra violeta, y un microscopio iluminador. Este armado se conecta a un proyector de video y a una red de dos computadoras. Una computadora trabaja como un servidor de la Web (transmitiendo imagen y audio en vivo) y responde a los pedidos remotos de activar la luz ultra violeta. La otra computadora es responsable de la síntesis de la música de ADN. La proyección local de video muestra una imagen aumentada de la división bacterial y de la interacción vista a través de la cámara de microvideo. Participantes remotos a traves de la Web interfieren con el proceso encendiendo la luz ultra violeta. La proteína fluorescente en la bacteria responde a la luz ultra violeta emitiendo una luz visible (ciano y amarilla). El impacto de energía de la luz ultra violeta sobre la bacteria es tal que interrumpe la secuencia del ADN en el plasmido acelerando el ritmo de la mutación. Las paredes de la izquierda y de la derecha contienen textos ampliados aplicados directamente sobre las paredes: la frase extraída del Libro del Génesis (a la izquierda) y el gen Génesis (a la derecha)” (Tortorelli, 2000).
Génesis, más que englobar procesos biológicos en una obra de arte, explora una idea de que los procesos biológicos son “escribibles y programables, así como son capaces de almacenar y procesar datos de un modo semejante a las computadoras digitales” (Tortorelli, 2000).
¿Cuáles son, pues, los límites en el arte?
No me atrevo a cometer la grosería de intentar plantear una hipótesis. Los dejo, sin embargo, con una reflexión del mismo Souriau, que habla sobre las trascendencias:
“Las obras maestras más importantes del arte, las cumbres del ser, entrañan un mensaje inherente a la misma existencia, a pesar de que en ciertos aspectos la sobrepasen, por ese nimbo o aura supra existencial que de ella se desprende”
Autor: Rodolfo Román
Bibliografía:
- Souriau, Étienne. (1965). La correspondencia de las artes. (1 ed., p. 7;347). México: Fondo de la Cultura Económica.
- Kandinski, W. (1979). De lo espiritual en el arte. (pp. 7-11). México: Premia.
- Tortorelli, A. (200). [Web log message]. Retrieved from http://www.ekac.org/genspan.html
- Sitio: http://www.ekac.org/