El amor ha sido descrito durante milenios a través de la historia de la humanidad: es usualmente referenciado en épicas, historias ficticias de la Antigua Grecia, en pinturas y esculturas de épocas más contemporáneas. De hecho, la referencia más antigua de este tema es un poema romántico escrito hace más de 4000 años, escrito por una sacerdotisa que atrevidamente profesaba su amor hacia un Rey que gobernó durante un tiempo la ciudad de Ur, actual Iraq. Y, aún así, sin importar la etnia, sociedad o cultura, la neurobiología del amor romántico es prácticamente universal.
Comenzando con la primera de las sustancias involucradas, está la dopamina. Esta hormona es la que nos da una sensación de bienestar: reduce el nivel a partir del cual comenzamos a liberar dopamina, es decir, nos sentimos mejor de forma más fácil, y no sólo de la persona de la que estamos enamorados, sino que de todo el mundo que nos rodea, lo que ocasiona el famoso “Ver la vida de color rosa”. De hecho, la liberación de dopamina al enamorarse es muy similar al de una persona que consuma cocaína.
Otro efecto de la dopamina es la emoción de ver al ser amado, da motivación, deseo y hasta ansias de estar con esa persona. El sistema mesolímbico se activa, un área del cerebro considerada el centro de recompensa del cerebro, es decir, es el área encargada de hacer que las tareas y acciones sean placenteras y se sientan como si hubiéramos ganado un premio.
La siguiente sustancia es la oxitocina, la famosa “hormona del compromiso”. Esta hormona está más relacionada en relaciones amorosas de largo plazo mas que el acto del enamoramiento y las primeras etapas de las relaciones románticas, ya que está involucrada más en la unión y vinculación afectiva. De hecho, esta hormona también está presente en la madre en el momento del parto: es la sustancia responsable del intenso amor que una madre siente al ver a su recién nacido.
La siguiente y última sustancia a tocar en este artículo es la serotonina que, al contrario de las demás hormonas, los niveles de ésta caen de manera considerable en el proceso de enamoramiento, llegando a niveles similares de una persona con trastorno obsesivo-compulsivo (OCD). Esto podría explicar los ataques de ansiedad y nerviosismo al ver a la persona querida, y coincide muy bien con la obsesión que sentimos por ésta: no dejamos de pensar en él/ella, queremos investigar y saber todo de esa persona…en pocas palabras, nos obsesionamos con esta persona en particular.
Algo bastante sobrecogedor es que las áreas del cerebro culpables de todo este proceso de enamorarse y, finalmente llegar a amar, se mantienen activas y estimuladas durante décadas, por lo que es bastante seguro decir que el amor genuino y puro entre dos individuos sólo los puede separar la muerte.
Autor: Fernanda Valdez – Editor: Jesús Ortiz
Bibliografía: