La guerra del Peloponeso. ¿Haz oído de ella? Si la respuesta es no, no te sientas mal. Ocurrió mucho antes del nacimiento de Jesús, durante los últimos años del siglo dorado de la Grecia Antigua. En ese entonces, el poder de Atenas era semejante a la que hoy disfruta Estados Unidos. Presumían del mejor ejército marítimo y la mejor economía. Tenían a las mentes más brillantes del mundo en su militar, entre ellos Pericles el gran orador y Tucídides el primer historiador. Vivía Hipócrates, el famoso médico, y Sócrates, el filósofo, era su contemporáneo. Aquí era el criadero de la democracia, suprema sobre cualquier otra forma de gobierno de la época.

Estaba todo a su favor. Pero los atenienses fueron derrotados y unos años después del fin de esta larga guerra, el padre de Alejandro Magno los conquistó y Grecia antigua se perdió al imperio Macedonio, y con ella la democracia que no vería la luz del día hasta muchos siglos después. La pregunta clave es, ¿porqué perdieron la guerra del Peloponeso? Los espartanos no tenían la misma fuerza que los atenienses, o la misma capacidad económica. Pero ellos tampoco sufrieron los efectos de la gran epidemia que devastó a Atenas en 430 a.C., uno de los factores decisivos más importantes de los resultados de la guerra.

Por años los académicos y médicos han intentado encontrar qué exactamente mató a 25% de toda la población de Atenas, quebrantando la moral de los habitantes y tomándole la vida de muchos de sus sabios, entre ellos Pericles, el jefe supremo del ejercito. El testimonio de Tucídides, un historiador que sobrevivió la guerra y la enfermedad, fue por muchísimos años la única evidencia que teníamos sobre el tema. Él describió que la plaga inició en Etiopía, viajó por Egipto, cruzó el Mediterráneo hacia el puerto de El Pireo, hasta por fin llegar a Atenas. La cuidad en ese entonces estaba protegida por dos muros largos que lo conectaban con El Pireo, así para tener una conexión segura al mar aún en tiempos de guerra. Sin embargo, la misma sobrepoblación encerrada facilitó la propagación fatal de la enfermedad.

“—Jamás se vio en parte alguna del mundo tan grande pestilencia, ni que tanta gente matase. Los médicos no acertaban el remedio…vencidos del mal, se dejaban morir.— “

Los síntomas eran la brusca aparición de fiebre alta, sed intensa, lengua y garganta sangrantes. Tucídides escribió que la piel del cuerpo se enrojecía y se estallaba en pústulas y úlceras. Tal descripción coincide con muchas enfermedades y desconociendo la naturaleza de la plaga, los académicos solamente podían especular qué infección fue lo que realmente acabó con los atenienses. Unas investigaciones sostenían que la fiebre era escarlatina, otros especulaban viruela. No fue hasta el 2001 que hubo evidencia más concreta, ya que se desenterró una antigua fosa común en Atenas que contenía muchos cadáveres cuya fecha de muerte se determinó por métodos altamente fiables de ser 430 a.C., el año de la famosa plaga. Papagrigorakis et al. (2006) analizaron la pulpa dental de los cuerpos y determinaron, por evidencia de DNA microbiano, que la probable causa de la epidemia era la fiebre tifoidea.

La fiebre tifoidea es una infección entérica causada por la bacteria Salmonella typhi. Se transmite por agua o comida contaminada con heces infectadas, donde viaja por el intestino para finalmente penetrar a la sangre y desencadenar una bacteriemia severa. Clásicamente su cuadro clínico se divide en cuatro fases de una semana cada una. Durante la primera semana, se desarrolla fiebre, dolor de cabeza y tos, y el paciente puede padecer de epistaxis, o sangrado de la nariz. La segunda semana se caracteriza por una fiebre alta por encima de 40°C, bradicardia con pulso dicrótico, la aparición de manchas rosas en el pecho y abdomen, y delirio. El paciente puede padecer de diarrea, con evacuaciones verdes y olorosas, exacerbando su deshidratación. La tercera semana es grave sin tratamiento: hay hemorragia intestinal, formación de abscesos y posible falla renal. Las complicaciones son múltiples, y la fiebre sigue alta. Si el paciente sobrevive las tres semanas, como lo logró Tucídides, la cuarta y última semana es de recuperación. Se restaura la temperatura normal del cuerpo, aunque persiste el debilitamiento.

Según la CDC, la fiebre tifoidea tiene una tasa de mortalidad del 10-30% cuando no hay tratamiento. Considerando que 25% de la población ateniense murió por la plaga, la fiebre tifoidea sí se puede apreciar como factor probable de la caída del siglo dorado griego. Sin embargo, hay académicos que critican el método de análisis de Papagrigorakis et al., en particular citan contaminación en las muestras de DNA. Adicionalmente, Littman (2009) argumenta que la fiebre tifoidea era endémica en el mundo griego y que es poco probable que fuera la causa de una epidemia tan súbita y devastadora.

Es posible que nunca sepamos con certeza qué realmente fue la plaga que arrasó con Atenas, y con ella la democracia que apenas había empezado unos siglos antes. Sin embargo, las consecuencias de su terrible existencia persisten en la historia y en nuestra memoria.

Autor: Celina Ortíz – Editor: María Eugenia Jaimes

Bibliografía: