El médico es uno de los primeros profesionistas en los que se piensa cuando se habla de empatía. Se dice que un buen doctor debe poder ponerse en el lugar de su paciente para atender sus necesidades de una manera integral. Pero ¿qué pasa cuando la identificación con el paciente es tal que afecta de manera emocional al médico? ¿Es posible que un exceso de empatía sea entonces peligrosa?

Según la Real Academia Española, la palabra empatía proviene del griego empátheia y se refiere a la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. De manera coloquial se dice que alguien empático es aquel que puede “ponerse en los zapatos” de los demás y actuar de acuerdo a ello. Esta cualidad permite entonces tener consideración para con los demás y lograr un ambiente armónico dentro de cualquier contexto.

Dentro de la práctica médica, la empatía es esencial para tratar al paciente con la mayor amabilidad y prudencia posible. Es, por lo tanto, inequívocamente necesaria para el profesional de la salud, ya que éste se encuentra en contacto estrecho con las personas en su estado más vulnerable, es decir, el de la enfermedad.

Sin embargo, si el médico pretende poner en práctica la empatía desde el sentido literal, es decir, con una identificación tan profunda que permita experimentar los sentimientos del otro, sería un profesionista que se mantendría con dolor y malestar constante ante el sufrimiento de quien lo consulta. Además, una identificación excesiva con el paciente podría desencadenar fenómenos de contratransferencia, que según el autor del texto “Psicología de la Conducta”, José Bleger, son sentimientos e ideas inconscientes que experimenta el profesional hacia el paciente y que condicionan su comportamiento.

Para ejemplificar esto, es útil imaginar un escenario de un médico en una zona de guerra. Si éste quisiera experimentar el dolor físico y emocional de todos los que acuden por su ayuda, no podría atenderlos con prontitud y objetividad porque sus emociones estarían profundamente involucradas.

Entonces ¿cómo puede el médico ser empático sin estropear su salud emocional y su desempeño profesional?

Ante esta situación, Bleger introduce un concepto relevante para todas las áreas de la salud como la medicina y la psicología, y se conoce como la disociación instrumental. Esto se refiere a la separación que tiene que hacer el especialista sobre su rol como persona y como profesional. Es necesaria para que el psicólogo o médico puedan identificar los fenómenos contra-transferenciales, físicos o psicológicos de él mismo que modifican su relación con el paciente y que deben ser abordados, racionalizados y limitados para mantener la objetividad de la consulta.

Otro autor que habla sobre este tema es Philippe Jeammet, en su libro “Manual de Psicología Médica”. Este señala que la capacidad de identificación del médico con el enfermo debe propiciar una empatía suficiente para poder deshacer su caparazón, intentar ver lo que ocurre en el otro y comprender lo que pueda representar el estado del enfermo; pero debe limitar el involucramiento emocional a tal grado que sea posible conservar la posición que se espera de él y mantener la distancia necesaria para tomar decisiones.

Así, es útil comprender que la empatía es una cualidad de suma importancia para el profesional de la salud, pero que jamás debe comprometer su estado emocional ni su desempeño profesional a la hora de tomar decisiones. La conclusión es entonces que, si la identificación con el enfermo es tal que le produce sufrimiento al médico, entonces condiciona la calidad de su servicio y debe ser limitada.

Autor: Olga Santín – Editor: Michelle Barboza

Bibliografía:

  • Bleger, José. “La entrevista psicológica.” Temas de psicología. São Paulo: Martins Fontes (1980): 9-41.
    Jeammet, P. H., Michel Reynaud, and Silla Consoli. Manual de psicología médica. Masson, 1992.
    Real Academia Española. (2001). Empatía. En Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Recuperado de http://dle.rae.es/?id=EmzYXHW