Agosto de 2015. El hombre con poco tiempo para vivir contempla aquello que deja inconcluso.

Tras anunciar que el melanoma que lo afectaba desde hacía unos meses había hecho metástasis a cerebro, el expresidente de los Estados Unidos, Jimmy Carter declaró que estaba en paz con lo que fuera que pasara. Ante un pronóstico completamente desfavorable y el apoyo expresado por miles de personas se decidió a comenzar un tratamiento radical con cirugía e inmunoterapia. En expectativa de un milagro, se dispuso a seguir adelante con esta última lucha.

James Earl ¨Jimmy¨ Carter es un hombre que no está desprovisto de mérito y reconocimiento. De ser un agricultor que cultivaba maní en el estado de Georgia pasó a ser senador en 1963 y eventualmente gobernador de este estado en menos de una década. En su inesperada trayectoria decidió en 1974 emprender el desafío más grande de su vida. Se rumora que al avisar a su madre que correría para convertirse en Presidente en 1976, su madre le contestó, azorada: ¿Presidente de qué? Eventualmente, Jimmy Carter derrotaría al incumbente Gerald Ford y se convertiría en el 39 Presidente de los Estados Unidos en 1977.

Su promesa de redimir a EEUU mediante la disminución de las tensiones geopolíticas con Rusia y su devota fe en su religión, los derechos humanos y en el pueblo americano le ganaron la admiración de millones a nivel mundial. Durante su régimen mantuvo esta promesa a nivel mundial. En los acuerdos de Camp David, logró el reconocimiento del estado israelí por parte de Egipto, primer y único país árabe en hacer esto. Expandió la protección a millones de hectáreas de bosque de Alaska, creó el departamento de educación, reestableció relaciones formales con China y completó el acuerdo SALT II para la limitación de armas nucleares con la Unión Soviética, dando el primer paso para un acuerdo de paz que pudiera terminar con la guerra fría.

Para muchos, no obstante, fueron los últimos años de su presidencia un punto de quiebre que definirían su mandato, lo que sus oponentes denotarían como un momento de flaqueza en el poderío hegemónico americano. Los países árabes retaliaron contra occidente contra los acuerdos de Camp David generando un aumento drástico en los precios del petróleo. En EEUU los costos de vida crecieron, añadiéndose a la inflación y estancamiento económico rampante en la población americana. Rusia rompería su promesa de paz e invadiría Afganistán en 1979. Como último golpe a su liderazgo, el pueblo iraní se reveló contra el Shah que apoyaba EEUU y mantuvo rehenes a 52 americanos los últimos 14 meses de la administración de Carter. Perdió en 1980 en su intento de reelegirse, razón por la cual muchos críticos lo califican de perdedor. Pero no sería el fin para Jimmy Carter como persona y figura política.

Carter decidió que como actor libre podría enfrentar los males que azotaban a países y poblaciones vulnerables de manera directa. Dos años después de su derrota, en 1982, funda junto a su esposa Rosalynn Smith la fundación que hasta hoy en día porta su nombre, el Carter Center. Esta organización tendría el propósito de avanzar la paz y salud en escala global para mejorar las condiciones de vida de millones en regiones pobres de todos los continentes.

En salud esta institución seleccionó a las enfermedades tropicales desatendidas como su prioridad número uno. Bajo este manto, el Carter Center lideraría la lucha mundial contra estas patologías. Carter iniciaría en 1896 un conflicto titánico contra una enfermedad entre enfermedades, un mal cuyo nombre meramente causaba temor en pueblos enteros, cuyos primeros registros datan de los tiempos de Egipto hace más de 3000 años, el dragón de fuego, la Dracunculiasis.

La Dracunculiasis a sabiendas de pocos, ocupa un lugar especial en la profesión médica. Esta enfermedad la causa el nematodo Dracunculus medinensis, o gusano de Guinea. Este es un parásito de regiones tropicales de África cuyas larvas residen en las pulgas acuáticas o copépodos del género Cyclops. Tras ingerir agua contaminada con estos animales, las larvas escapan al área retroperitoneal y maduran durante 90 días. Un año de reproducción incesante prosigue después del cual prevalece una única hembra del gusano.
Es aquí cuando comienza la parte representativa, simbólica y horrorizante de la Dracunculiasis. La hembra madura crece hasta un metro de longitud y 2 milímetros de diámetro. Al llegar a sus medidas adultas, migra del tracto gastrointestinal y se deposita en la dermis e hipodermis de los afectados, especialmente en las piernas. Una vez establecida, genera inflamación en su longitud entera similar al de una quemadura de segundo grado lo que le da el nombre de dragón de fuego. En su manifestación final, precedido por un pródromo de fiebre y nausea severa, atraviesa la piel, generando una ulcera. Es entonces que se muestra al mundo exterior, asomándose en esta herida y liberando sus larvas al entrar en contacto con el agua.

En regiones afectadas, se encuentra el verdadero efecto del gusano de Guinea en la calidad de vida. En los afectados, la ulcera del Dracunculus genera abscesos, celulitis y hasta sepsis debilitando e incapacitando a los afectados, negándoles de la oportunidad de continuar con su vida. Empeorando la situación, en algunos pacientes, el gusano se calcifica y genera dolor crónico y deformación de las extremidades. Los niños afectados pierden años de clases, los granjeros afectados no pueden cosechar sus cultivos y familias enteras colapsan ante el dragón de fuego.

En 1986 solamente, un reporte de la ONU determinó que hasta tres y medio millones de personas padecían esta enfermedad en más de 20 países. Aún peor, la mayoría de los casos se concentraban en comunidades pobres y aisladas de África y Asia. Fue el horror de esta enfermedad que llevó a Carter a dirigir sus esfuerzos a la erradicación del gusano de Guinea. Con el apoyo de los Centers for Disease Control, la OMS, UNICEF y gobiernos locales comenzó lo que eventualmente sería una de las campañas más exitosas de salud comunitaria en la historia.

Afortunadamente, a pesar del sufrimiento, la única cura a esta enfermedad es sumamente práctica y ha existido desde hace miles de años. El sitio afectado debe sumergirse en agua primero para atraer a la hembra a salir por la úlcera. Con sumo cuidado, entonces se enrueda la porción del gusano que aparece alrededor de un pequeño palo, usualmente un cerillo y se comienza a enroscar. Este proceso de extraer mecánicamente al gusano puede tomar días y hasta semanas para impedir la ruptura del animal, lo que generaría calcificación del remanente con las consecuencias ya descritas. Es este cuidadoso proceso el que quedaría inmortalizado perpetuamente desde la época de los griegos, la serpiente enroscada en el báculo del dios de la salud, Esculapio, el signo sine qua non de la profesión médica.

Los expertos en parasitología del Carter Center y las organizaciones involucradas combinaron sus conocimientos con los de la medicina comunitaria de los pueblos afectados. Para modernizar el método existente, se añadió la terapia con antibióticos para prevenir infección y se inició un monitoreo de áreas susceptibles para prevenir el contagio con agua contaminada. Ya que las larvas libres no sobreviven más de 3 días, mediante el manejo de casos existentes y el uso de cloro y filtros para eliminar a los copépodos acarreadores del parásito basta para detener el avance de la Dracunculiasis. Todo esto en conjunto llevó a que, en nuestros tiempos, el Carter Center se encuentra al borde del éxito rotundo e inequívoco. Jimmy Carter recibiría el premio Nobel de la Paz en 2002 por sus esfuerzos en esta fundación.

Para 2004, la enfermedad se había eliminado del continente asiático. En 2008, se logró contener a regiones aisladas de tan solo cuatro países en África, Chad, Etiopía, Mali y Sudán. De 3.5 millones de casos cuando se fundó, Jimmy Carter y el Carter Center lograron reducir el número de casos en más del 99.9%. El número de personas con Dracunculiasis se redujo a tan solo 1800 en 2010, 126 en 2014 y, finalmente, 22 en 2015.
6 meses después, febrero de 2016. El hombre con poco tiempo para vivir ha recibido una segunda oportunidad.

En una situación que muchos han descrito como revolucionara y hasta milagrosa, Jimmy Carter anunció que se encontraba libre de cáncer y no requeriría de mayor tratamiento según sus médicos a cargo. El régimen cuasiexperimental con cirugía, radiación y el inmunomodulador pembrolizumab que recibió le han permitido continuar su lucha por un tiempo.

Tras una vida de éxitos y conflicto, es evidente que Jimmy Carter ha logrado vencer a su penúltimo adversario. El último, la Dracunculiasis está al punto de la derrota, a punto de así convertirse en la segunda enfermedad que ha logrado erradicar el ser humano.

La desaparición de esta enfermedad es un triunfo para la raza humana que sin duda puede atribuírsele en gran medida a Jimmy Carter. Gracias a sus esfuerzos, y los de su fundación, una lucha que parecía imposible se ha convertido en la realidad. Las futuras generaciones de médicos no tendrán un registro viviente del mal que se encuentra plasmado en el símbolo que los define. Cuando desaparezca, la Dracunculiasis quedará como testamento al éxito supremo del hombre sobre la enfermedad, una victoria que se logró sin una vacuna y sin una cura farmacéutica, tan solo requiriendo la aplicación del conocimiento colectivo e histórico de la humanidad.

Jimmy Carter ha demostrado a lo largo de su vida una de las cualidades más agridulces, pero más valiosas en un ser humano. Esta dedicación continua al bien de los demás, sin esperar nada a cambio, es una virtud difícil de perpetuar. Para hombres que la poseen debe bastar el regocijo en una victoria silenciosa. Carter enseña que, a pesar de encontrarse en contra de la probabilidad, del tiempo, de voces furiosas sin preocupación por el futuro y en ocasiones del mundo entero, se debe de prevalecer y seguir adelante, con principios y valores, hasta lograr la victoria.

Debemos justarnos a tiempos cambiantes, pero permanecer fieles a principios constantes. No debe tenérsele miedo al fracaso, sino mantener una determinación a no fracasar.
James Earl “Jimmy” Carter

Autor: Iván de la Riva – Editor: Emilia Issa

Bibliografía: